lunes, 12 de mayo de 2025

 



Shimaki Akahiko (16 de diciembre de 1876 - 27 de marzo de 1926) fue un destacado poeta japonés conocido por sus contribuciones a la forma poética tanka. Nacido en Nagano se dedicó inicialmente a la educación tras graduarse en la Escuela Normal de su localidad.

Su pasión por la poesía le llevó a estudiar con el estimado poeta Itō Sachio, lo que influyó significativamente en su trayectoria literaria.
En 1913, a la muerte de Sachio, Akahiko se trasladó a Tokio y se convirtió en editor de la influyente revista de poesía «Araragi».

La poesía de Akahiko ahondaba en temas de la naturaleza y la experiencia humana. Sus contribuciones han dejado un impacto duradero en la literatura japonesa, y sus obras siguen siendo estudiadas y apreciadas por su profundidad y expresión artística.



    Resistiendo

    el frío viento, avanzo solo.

    La luz de la luna

    sobre los campos

    brilla en blanco cristalino.



.

Los rayos carmesí

brillan sobre las hojas del bosque,

la brisa es tranquila

y la montaña en calma

bajo el atardecer de otoño.





¿Dónde se ha metido

el perro de mi casa?

Esta noche vuelvo

a pensar en él

y no puedo dormir.



La luz de la luna

se filtra en el lago,

las olas quedan quietas

y la noche

se va haciendo profunda.





Por el viejo camino

abandonado y agreste

se filtra el sol poniente;

viajo solo

y me siento frágil.




El sonido

del río invernal es frío;

en el silencio de la noche,

hasta mi corazón

parece congelarse.





La suave brisa

de primavera sopla,

y en la montaña lejana

las neblinas flotan

con un tenue resplandor.





En la brumosa

mañana de la montaña,

me encuentro solo.

La luz es tenue

más allá del valle.





Sin pisadas

que lo recorran,

abandonado,

se oculta en la hierba

el viejo sendero.





El frío viento

bajo el cielo invernal

arrastra las nubes.

Un leve resplandor

se posa en la llanura.





Serena y profunda,

la luz de la luna

parece caer.

En el tranquilo pueblo,

la noche se expande.





Al voltear la vista

en el sendero del viaje,

el sol poniente

deja una sombra alargada.

Camino solo.





Bajo el cielo del atardecer,

ardiendo intensamente,

el lago,

a punto de congelarse,

yace en profundo silencio.







Mientras mi mujer

está de pie a la luz del sol,

el gallo de nuestra casa

estira el cuello

y canta.







Ha llegado la primavera;

aunque hay muchos pajarillos,

uno canta solo

en lo alto de la rama

del zelkova.







Aunque viaje

hasta el final de esas montañas,

aun así, siento 

el ilimitado espíritu de la primavera

tocando mi corazón por dentro.




Mientras las flores florecen

camino por los campos primaverales,

sintiendo las lágrimas de mi corazón.

En la fragancia que perdura,

una pena que no puedo quitarme.




A través del prado

por un sendero sobre hierba y flores

caminé hacia la arboleda distante

y me dije: «¡Oh, qué tranquilidad!»

Un pato graznó en respuesta...





Tarde en la noche

a través de los espesos remolinos de niebla

la luz se derrama

la luna brilla débilmente

extendiendo sus sombras...



En mi lecho de enfermo

el mundo más allá de la ventana

es silenciosamente blanco

la nieve, aunque fría,

calma mis ojos febriles.



En lo profundo del bosque

sobre el verde musgo del claro

me siento tanto tiempo-

esta es una despedida de las montañas.

Qué triste está mi corazón ahora...



Por última vez

camino por este bosque familiar

tocando tan suavemente

el musgo con mis pies.

El sol se pone...



El hielo derretido

se convierte en agua oscura

en el frío de la noche,

el reflejo de la luna creciente

divide las ondas del lago...





Mientras cae la nieve,

durante todo el día oigo,

fuera de los biombos shoji,

muchos pajaritos

que bajan de la montaña.




En una noche de otoño

tumbado en mi lecho de enfermo

cierro los ojos

qué reconfortante es

oír el lejano silbido del tren.



Cuando cae la nieve

incluso las penas de la vida

palidecen

y el corazón humano

se enfría y se aquieta.




En un camino solitario

en el crepúsculo

qué suave la voz

del cuco,

resuena en mi pecho




Insomne me tumbo...

afuera, la luna de invierno

vigila

los pinos escarchados,

como si guardara mis sueños.




A lo largo del camino

a través de arrozales maduros

me detengo y contemplo

a la luz del atardecer,

una libélula solitaria.




Lavándome la cara

en el agua fría del río,

siento que mi alma

limpia por un momento

de todo el polvo mundano.



Por la mañana temprano

antes de que haya salido el sol

mi corazón se despierta

con el sonido de los gorriones

en los aleros de paja.



Las hojas caen lentamente

en la montaña silenciosa-

esto también es vida

cosas que se alejan

sin hacer ruido.



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