martes, 24 de mayo de 2022

Haikus de Yamaguchi Seishi

 


Yamaguchi Seishi nació el 3 de noviembre de 1901 en Kioto. Su padre, ingeniero eléctrico, le llevó a los once años a la prefectura de Karafuto, en la isla de Sajalín, donde su abuelo dirigía una imprenta. Yamaguchi abandonó Karafuto definitivamente en 1917, pero el desolado paisaje invernal de la zona aparecería a menudo en su poesía.

 

Yamaguchi asistió a la Tercera Escuela Superior de Kioto y se unió a la sociedad estudiantil de haiku, donde conoció al poeta Sōjō Hino. En 1922, conoció a Kyoshi Takahama, el decano de la escuela tradicionalista de haiku

centrada en la revista Hototogisu ("Cuco"). Kyoshi animó a Yamaguchi y los poemas de éste comenzaron a aparecer regularmente en Hototogisu. Yamaguchi asistió a la Universidad de Tokio, donde fue miembro fundador de la Sociedad de Haiku de la Universidad de Tokio. Se licenció en Derecho en 1926 y comenzó a trabajar en una empresa comercial de Osaka. Además, contrajo una serie de enfermedades que le afectarían el resto de su vida.

 

En 1932, publicó su primer volumen de haiku, Tōkō ("Puerto helado"). Junto con” Katsushika”, de Shūōshi Mizuhara, es considerada por la crítica como una de las colecciones que más ha contribuido a modernizar el haiku. Yamaguchi escribió haiku sobre temas poco convencionales, como las máquinas de vapor, los salones de baile, las pistas de patinaje, las reuniones de la junta directiva, los mecanógrafos, los deportes y los desfiles. Finalmente, en 1935 rompió con Kyoshi y la escuela conservadora Hototogisu y se unió a la publicación de Shūōshi, Ashibi. En 1948 inició su propia publicación, “Tenrō”

  Yamaguchi llegó a publicar más de una docena de volúmenes de haiku y numerosas colecciones de ensayos. Recibió el Premio de la Academia de Arte de Japón en 1987 y el premio Bunkakoro-sha (Persona de Mérito Cultural) en 1992 por el conjunto de sus grandes logros.

Falleció el 26 de Marzo de 1994.

 

La hierba se marchita

la locomotora que frena

se detiene.

 

 

Caos incesante

los témpanos de hielo chocan

en el estrecho de Soya.

 

 

Habiendo cruzado el mar,

los vientos de invierno

no pueden volver nunca.

 

 

El cielo cuelga bajo

sobre Karafuto,

tan blanco como el arenque que desova.

 

 

Finalmente

las cigarras dejaron de chillar-

vendaval de verano.

 

 

Cuando la pena

se hace insoportable

alguien rompe una rama cercana.

 

 

Atrapada en la tela de araña

la luz de la luciérnaga

se consume rápidamente.

 

 

una alfombra de nieve

que me impide acercarme

a la orilla del océano

 

 

una garza que despega

en un momento planeando

sobre el pico nevado

 

 

encender un fuego

a las cuatro de la mañana cuando sólo

la madre golondrina se agita

 

 

mi propio aliento

es ligeramente blanco -

es bueno estar vivo

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario