Yamaguchi Seishi nació el 3 de
noviembre de 1901 en Kioto. Su padre, ingeniero eléctrico, le llevó a los once
años a la prefectura de Karafuto, en la isla de Sajalín, donde su abuelo
dirigía una imprenta. Yamaguchi abandonó Karafuto definitivamente en 1917, pero
el desolado paisaje invernal de la zona aparecería a menudo en su poesía.
Yamaguchi asistió a la Tercera
Escuela Superior de Kioto y se unió a la sociedad estudiantil de haiku, donde
conoció al poeta Sōjō Hino. En 1922, conoció a Kyoshi Takahama, el decano de la
escuela tradicionalista de haiku
centrada en la revista
Hototogisu ("Cuco"). Kyoshi animó a Yamaguchi y los poemas de éste
comenzaron a aparecer regularmente en Hototogisu. Yamaguchi asistió a la
Universidad de Tokio, donde fue miembro fundador de la Sociedad de Haiku de la
Universidad de Tokio. Se licenció en Derecho en 1926 y comenzó a trabajar en
una empresa comercial de Osaka. Además, contrajo una serie de enfermedades que
le afectarían el resto de su vida.
En 1932, publicó su primer
volumen de haiku, Tōkō ("Puerto helado"). Junto con” Katsushika”, de
Shūōshi Mizuhara, es considerada por la crítica como una de las colecciones que
más ha contribuido a modernizar el haiku. Yamaguchi escribió haiku sobre temas
poco convencionales, como las máquinas de vapor, los salones de baile, las
pistas de patinaje, las reuniones de la junta directiva, los mecanógrafos, los
deportes y los desfiles. Finalmente, en 1935 rompió con Kyoshi y la escuela
conservadora Hototogisu y se unió a la publicación de Shūōshi, Ashibi. En 1948
inició su propia publicación, “Tenrō”
Yamaguchi llegó a publicar más de una docena
de volúmenes de haiku y numerosas colecciones de ensayos. Recibió el Premio de
la Academia de Arte de Japón en 1987 y el premio Bunkakoro-sha (Persona de
Mérito Cultural) en 1992 por el conjunto de sus grandes logros.
Falleció el 26 de Marzo de
1994.
La
hierba se marchita
la
locomotora que frena
se
detiene.
Caos
incesante
los
témpanos de hielo chocan
en el
estrecho de Soya.
Habiendo
cruzado el mar,
los
vientos de invierno
no
pueden volver nunca.
El
cielo cuelga bajo
sobre
Karafuto,
tan
blanco como el arenque que desova.
Finalmente
las
cigarras dejaron de chillar-
vendaval
de verano.
Cuando
la pena
se
hace insoportable
alguien
rompe una rama cercana.
Atrapada
en la tela de araña
la luz
de la luciérnaga
se consume
rápidamente.
una
alfombra de nieve
que me
impide acercarme
a la
orilla del océano
una
garza que despega
en un
momento planeando
sobre
el pico nevado
encender
un fuego
a las cuatro
de la mañana cuando sólo
la
madre golondrina se agita
mi propio
aliento
es
ligeramente blanco -
es
bueno estar vivo
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