Ishida Hakyō nació el 18 de marzo de 1913 en Matsuyama, prefectura de Ehime. Asistió a la Escuela Media de Matsyama, donde se habían formado numerosos poetas de haiku y otros autores, y ya en cuarto curso publicaba sus propios haikus en los periódicos locales.
Ishida recibió una profunda
influencia de Katsushika (1930), la colección de haikus de Shūōshi Mizuhara. Se
trasladó a Tokio y comenzó a colaborar con la publicación de Shūōshi, Ashibi,
llegando a ser editor de la revista. También comenzó a estudiar literatura en
la Universidad Meiji.
En 1935, con 22 años, publicó
su primera colección de haikus, Ishida Hakyō kushū. Mientras seguía colaborando
con Ashibi, en 1937 se convirtió en el editor fundador de su propia revista,
Tsuru ("Grulla"). Finalmente, rompió con el grupo Ashibi y se unió a
la Nihon Bungaku Hokokukai ("Asociación Patriótica para la Literatura
Japonesa")
Ishida fue reclutado en 1943
por el ejército japonés y sirvió en una unidad de palomas mensajeras en el
norte de China. Su servicio sólo duró unos meses hasta que contrajo pleuresía y
fue dado de baja. Sufriría por esta enfermedad el resto de su vida.
La posguerra no fue más fácil
para Ishida y su familia, ya que se vieron obligados a vivir en una choza en
las ruinas de Tokio. Escribió varios poemas que describen la desolación de la
posguerra. Ishida fue sometido a dos grandes operaciones y estuvo hospitalizado
de 1948 a 1950 y publicó una colección de quinientos haikus titulada Shakumyō
("Aferrarse a la vida") sobre su experiencia.
Falleció el 21 de noviembre de
1969.
Durante
muchos otoños,
no he visto
lshizuchi,
no he
visto a mi madre.
A lo
largo del camino hacia el manantial
qué tranquilo
es
caminar
detrás de otros.
Junio
verde, ruinas de la guerra...
una
mujer se sienta
en una
estera desgastada.
Colorear
entre los árboles,
el
siguiente pabellón
La luz
del árbol sagrado.
El
salmón salado
las
lágrimas saladas,
la Navidad.
viento
y nubes
jugando
un poco -
solsticio
de invierno
Esperando
el autobús,
la
primavera en la avenida
no se
puede dudar.
gansos
salvajes...
todo
lo que queda
es la
belleza.
El
águila en la jaula
cuando
está solitaria
bate
las alas.
Triste
cola
para
la vacuna de la viruela
sobre
las ruinas.
Blancas
manos,
todas
de enfermos,
sobre
el fuego de hojas caídas.
Gracias, Leti, por esta nueva entrega.
ResponderEliminar¡Cuánto drama en la vida de Ishida! Y, sin embargo, ¡cuánta entrega al haiku! Algunos realmente estremecen:
Blancas manos,
todas de enfermos,
sobre el fuego de hojas caídas.
¡Qué realismo conmovedor!
Otro gracias, amiga.
Un gran abrazo.
Perdón, Leti.
ResponderEliminarPor error mi comentario aparece como de Anónimo.
Otro abrazo.
Tu amigo Juan Carlos
Gracias a ti querido amigo, comparto tu opinión.
EliminarUn abrazo.
Gracias. Abrazos desde La Habana.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por detener tu paso aquí querido Jorge. Un abrazo grande.
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