Shimaki
Akahiko (16 de diciembre de 1876 - 27 de marzo de 1926) fue un
destacado poeta japonés conocido por sus contribuciones a la forma
poética tanka. Nacido en Nagano se dedicó inicialmente a la
educación tras graduarse en la Escuela Normal de su localidad.
Su
pasión por la poesía le llevó a estudiar con el estimado poeta Itō
Sachio, lo que influyó significativamente en su trayectoria
literaria.
En 1913, a la muerte de Sachio, Akahiko se trasladó a
Tokio y se convirtió en editor de la influyente revista de poesía
«Araragi».
La
poesía de Akahiko ahondaba en temas de la naturaleza y la
experiencia humana. Sus contribuciones han dejado un impacto duradero
en la literatura japonesa, y sus obras siguen siendo estudiadas y
apreciadas por su profundidad y expresión artística.
Resistiendo
el
frío viento, avanzo solo.
La luz de la luna
sobre los
campos
brilla en blanco cristalino.
.
Los
rayos carmesí
brillan sobre las hojas del bosque,
la brisa es
tranquila
y la montaña en calma
bajo el atardecer de otoño.
¿Dónde
se ha metido
el
perro de mi casa?
Esta
noche vuelvo
a
pensar en él
y
no puedo dormir.
La
luz de la luna
se filtra en el lago,
las olas quedan quietas
y
la noche
se va haciendo profunda.
Por
el viejo camino
abandonado y agreste
se filtra el sol
poniente;
viajo solo
y me siento frágil.
El
sonido
del río invernal es frío;
en el silencio de la
noche,
hasta mi corazón
parece congelarse.
La
suave brisa
de primavera sopla,
y en la montaña lejana
las
neblinas flotan
con un tenue resplandor.
En
la brumosa
mañana de la montaña,
me encuentro solo.
La luz
es tenue
más allá del valle.
Sin
pisadas
que lo recorran,
abandonado,
se oculta en la
hierba
el viejo sendero.
El
frío viento
bajo el cielo invernal
arrastra las nubes.
Un
leve resplandor
se posa en la llanura.
Serena
y profunda,
la luz de la luna
parece caer.
En el tranquilo
pueblo,
la noche se expande.
Al
voltear la vista
en el sendero del viaje,
el sol poniente
deja
una sombra alargada.
Camino solo.
Bajo
el cielo del atardecer,
ardiendo
intensamente,
el
lago,
a
punto de congelarse,
yace
en profundo silencio.
Mientras
mi mujer
está
de pie a la luz del sol,
el
gallo de nuestra casa
estira
el cuello
y
canta.
Ha
llegado la primavera;
aunque
hay muchos pajarillos,
uno
canta solo
en
lo alto de la rama
del
zelkova.
Aunque
viaje
hasta
el final de esas montañas,
aun así, siento
el ilimitado
espíritu de la primavera
tocando mi corazón por dentro.
Mientras
las flores florecen
camino por los campos primaverales,
sintiendo
las lágrimas de mi corazón.
En la fragancia que perdura,
una
pena que no puedo quitarme.
A
través del prado
por un sendero sobre hierba y flores
caminé
hacia la arboleda distante
y me dije: «¡Oh, qué
tranquilidad!»
Un pato graznó en respuesta...
Tarde
en la noche
a través de los espesos remolinos de niebla
la luz
se derrama
la luna brilla débilmente
extendiendo sus
sombras...
En
mi lecho de enfermo
el mundo más allá de la ventana
es
silenciosamente blanco
la nieve, aunque fría,
calma mis ojos
febriles.
En
lo profundo del bosque
sobre el verde musgo del claro
me siento
tanto tiempo-
esta es una despedida de las montañas.
Qué
triste está mi corazón ahora...
Por
última vez
camino por este bosque familiar
tocando tan
suavemente
el musgo con mis pies.
El sol se pone...
El
hielo derretido
se convierte en agua oscura
en el frío de la
noche,
el reflejo de la luna creciente
divide las ondas del
lago...
Mientras
cae la nieve,
durante
todo el día oigo,
fuera
de los biombos shoji,
muchos
pajaritos
que
bajan de la montaña.
En
una noche de otoño
tumbado en mi lecho de enfermo
cierro los
ojos
qué reconfortante es
oír el lejano silbido del tren.
Cuando
cae la nieve
incluso las penas de la vida
palidecen
y el
corazón humano
se enfría y se aquieta.
En
un camino solitario
en el crepúsculo
qué suave la voz
del
cuco,
resuena en mi pecho
Insomne
me tumbo...
afuera, la luna de invierno
vigila
los pinos
escarchados,
como si guardara mis sueños.
A
lo largo del camino
a través de arrozales maduros
me detengo y
contemplo
a la luz del atardecer,
una libélula solitaria.
Lavándome
la cara
en el agua fría del río,
siento que mi alma
limpia
por un momento
de todo el polvo mundano.
Por
la mañana temprano
antes de que haya salido el sol
mi corazón
se despierta
con el sonido de los gorriones
en los aleros de
paja.
Las
hojas caen lentamente
en la montaña silenciosa-
esto también
es vida
cosas que se alejan
sin hacer ruido.