A finales del s.XIX muchos jóvenes japoneses decidieron emigrar a Canadá en busca de una nueva vida. El primero del que se tiene constancia fue Manzo Nagano. Tras él fueron muchos más los que se instalaron en territorio canadiense durante las primeras décadas del siglo XX. La vida para ellos no era fácil, pero su situación empeoró radicalmente en 1942: durante la Segunda Guerra Mundial, tras el ataque japonés a Pearl Harbor y el posterior ataque a Hong Kong, donde murieron muchos canadienses, sus vidas sufrirían un cambio brutal. En Canadá, los japoneses constituían una comunidad pacífica, pero el gobierno, presionado políticamente y temiendo revueltas de los más rebeldes, decide que representan un peligro para la seguridad del país. Más de 20.000 personas, 13.000 de ellos ciudadanos canadienses, fueron separados de sus familias y llevados a territorios cercanos a las Montañas Rocosas y a plantaciones azucareras. Escuelas y periódicos japoneses fueron obligados a cerrar. Todos sus bienes fueron confiscados y no se les permitió llevarse nada, tan sólo una maleta con alguna prenda esencial. En los campos de internamiento las condiciones de vida eran muy duras: las familias vivían hacinadas en chozas de madera, sin medidas higiénicas, azotados por las enfermedades. Los hombres no recibían salario por su trabajo. Pese a ello, las familias japonesas sobrellevaban esta difícil situación con su entereza habitual. Al acabar la guerra, el Tribunal Supremo de Canadá aprobó una ley por la que el gobierno tenía derecho a desplazar a los canadienses japoneses y privarlos de su ciudadanía. Tuvieron que elegir entre ser deportados a un Japón devastado por las bombas atómicas o ser recolocados en ciudades, principalmente del este de Canadá. No fue hasta 1949 cuando pudieron recobrar su libertad y el derecho a votar. Muchos años más tarde, el gobierno canadiense devolvería a la comunidad japonesa sus derechos. A pesar del sufrimiento, la comunidad japonesa nunca dejó de lado su forma de ver la vida: durante su internamiento los niños aprendían en la escuela, cada familia tenía un pequeño huerto, aprovechaban el paisaje que les rodeaba, y también se dedicaban a escribir. Haiku y tanka llegaron junto a estas familias a Canadá. Dos ejemplos los encontramos en Takeo Ujo Nakano y Kamegaya Chie, ambos de la 1ª generación de japoneses (nissei) en llegar al país, dos personas cuyas vidas discurrieron de forma muy similar y que contribuyeron significativamente a la expansión del haiku en Norteamérica. Aunque en la primera mitad del siglo XX apenas se publicaron, haiku y tanka eran escritos cada día a mano y fueron reunidos años más tarde en diferentes antologías y publicaciones, permitiéndonos conocer una parte importante de su historia. Sumidos en la adversidad, los japoneses mostraron uno de los más bellos ejemplos de expresión espiritual y emocional de la historia.
TAKEO UJO NAKANO
nació en 1903 en una pequeña aldea agricola de Japón. En su adolescencia
comenzó a escribir haiku y tanka. En 1920 decide emigrar a Canadá, con el sueño
de tener algún día una granja propia. Comenzó trabajando en la granja que un
tío suyo tenía cerca de Hammond. A los dos años, se va a trabajar a Woodfibre,
una pequeña isla dedicada a la industria maderera, situada en la Columbia
Británica. Una de las veces que va de visita al pueblo de su niñez, se casa con
una joven, Yukie, y ambos se instalan en el país canadiense. Su primera hija,
Toshimi, nacería tiempo después, en 1934. Su vida trancurría con dificultades,
como para todos los japoneses que vivían en Canadá, pero a pesar de ello,
Nakano siguió escribiendo tanka y haiku. “ He tomado con renovado vigor la
composición de haiku y tanka, cuyos rudimentos aprendí en mi adolescencia, ha
infundido a mi vida una nueva alegría” Pero lo peor estaba por llegar. Durante
la 2º Guerra Mundial, Japón ataca Pearl Harbor, y todo cambia. El 16 de marzo
de 1942 Nakano es separado de su esposa e hija. La tarde en la que van a
llevárselo escribe:
En
contra de las lágrimas
me
he resuelto
al
despedirme del hogar
Pero
con el silbato de salida
mis
ojos se llenan.
En un principio se
lo llevan a Vancouver, a un edificio utilizado para las exposiciones ganaderas
de la zona donde cientos de hombres son recluidos provisionalmente durante
cinco días.
Apesta
a estiércol,
hiede
a ganado,
y
nosotros arreados
-
en molienda –
Revoltijo
del campo de batalla.
Pero días más tarde lo
trasladan a Yellowhead, un campo de internamiento en Alberta, junto a las
Montañas Rocosas.
Vistas
a la llegada
más
de las que se rumoreaba
las
Montañas Rocosas.
Escarpados
picos nevados se elevan
abruptamente
sobre los tejados.
La
brisa de verano
sopla
tranquilizadora
en
ella
poco
a poco
me
vuelvo más sumiso.
La tristeza y la soledad
se apoderan de Nakano. Añora a su familia y recuerda su vida en japón.
“En la noche, salí a
contemplar la luna pálida, en el borde de las montañas. Y pienso como esa misma
luna luce sobre mi esposa y nuestra hija en el otro lado”
El
cielo,
si
me vuelvo y miro
esta
luna parece
la
misma que la del Monte Mikasa
de
Kasuga.
Junto al resto de
internos, vive en una hilera de vagones acondicionados como casas. En aquel
lugar, el poeta encuentra el poder necesario para hacer frente a las
vicisitudes de su vida: la naturaleza:
“ En esta gran aula de
naturaleza mi espíritu ha encontrado un poder irresistible. El tanka me ha
servido para ordenar mi percepción de la naturaleza y dar expresión a esa
percepción” Poco más tarde, Nakano es llevado a otro campo de trabajo situado
no lejos de Yellohead, Descoigne. “Junto a la hilera de vagones corre un río de
30 pies de ancho. El agua cristalina discurre suavemente, como cansada de
tantos miles de años de recorrer el viejo curso.”
En
la cuenca
donde
las aguas susurrando
se
separan y fluyen
la
ansiedad de la separación
reaparece.
Éste sería su segundo
destino, pues durante el tiempo que se prolongó la guerra, estuvo interno en
otros campos como Slocan o Angler, incluso estuvo encarcelado en Vancouver
junto con otros compañeros por “alborotadores”. Mientras tanto, su esposa y su
hija están internas en Greenwood. Pese a las tremendas experiencias vividas
jamás se dió por vencido, pues su mayor deseo era reencontrarse con su familia.
Durante su internamiento en Angler, quince internos japoneses forman un club de
haiku y se reúnen una vez a la semana para leer y discutir los poemas; unos son
haikus, otros tanka. Nakano se especializa en tanka.
¡Selva
virgen!
una
sensación de violación
talar
árboles perennes
cortando
leña
ante
guardias alertas.
.
Ellos los escriben a mano,
en japonés y realizan una edición privada de treinta docenas de copias que
circulaba en el campamento: Tessaku no seki (Detrás de la cerca del alambre de
púas)
El
grito de un castor
en
el ocaso,
una
flor se abre.
La
tarde amarilla
en
la orilla del río.
Nieves
de primavera
el
olor del deshielo
fundiéndose.
La
bruma nocturna se espesa silenciosamente
y
envuelve nuestro vagón.
Acabada la guerra, por fin
se reúne con su familia. Deciden quedarse en Canadá, donde continúa su labor en
favor del haiku y el tanka en ciudades como New Denver o Toronto. En 1964, uno
de sus tanka es elegido ganador entre más de 40.000 enviados al Concurso
Imperial de Poesía en Japón. Ese año va a Tokyo, y ante el emperador Hirohito y
la emperatriz Nagako lee: As final resting place Como lugar de descanso final
Canada is choosen es elegido Canadá on citezenship paper sobre papeles de
ciudadanía signing firmando hand trembles. la mano tiembla. Con ayuda de su
hija Leatrice, nacida después de la guerra, publica en 1980 “Within the Barbed
Wire Fence” a japanese man's account of his internent in Canada”, aquel libro
que circulaba por el campamento de Angler, y donde Nakano cuenta su experiencia
y sus recuerdos. Los fragmentos aquí reproducidos forman parte de este libro.
KAMEGAYA CHIE nace en
Tokio en 1909. Tras casarse en 1931, se traslada con su marido a Canadá. El 13
de febrero llega al país canadiense y pronto ambos consiguen trabajo como
profesores en un colegio japonés en New Wensmister, Columbia Británica. Su
naturaleza pacífica, su sentido del humor, y sus dotes de liderazgo no pasan
desapercibidas. Su exquisita educación se adapta perfectamente al nuevo mundo,
y desde el principio su respetuoso acercamiento a una cultura con poco sentido
de la tradición como es la canadiense, es evidente. El haiku forma parte de su
vida cotidiana.
Tsuyubare
ya yamahida hatte kiri noboru
Acabado
el monzón,
por
los pliegues del monte
sube
reptando la niebla.
(Trad.
Vicente Haya)
En 1942 ella y su marido
son evacuados y llevados a campos de internamiento como el resto de japoneses
canadienses. En el campo de Kaslo, se dedica a enseñar a los niños, tal y como
había hecho siempre. El bienestar psicológico de los pequeños era prioritario
para la comunidad japonesa en aquellas circuntacias. En ocasiones, tras las
clases, daban paseos por el bosque juntando manzanas. Al llegar el invierno,
muchos de ellos disfrutaron por primera vez de una intensa nevada.
Kogarashi
no torinokoshitaru ringo mitsu.
El
vendaval
han
quedado sin recoger
tres
manzanas.
(
traducción de Vicente Haya)
Allí todos comparten, y
ella aprende nuevas formas de cocinar, de elaborar productos con las plantas
autóctonas, ajustando su vida al nuevo ritmo que ha de llevar mientras dure su
internamiento. El haiku es parte de su vida y por ello continúa escribiendo,
pese a las durísimas circunstancias en las que vive. En Kaslo forma un club de
haiku, donde comparten y discuten sus escritos. El hermoso paisaje canadiense
es constante fuente se sensaciones, de imágenes.
Saya
mame no yubi ni tsumetai asa wo tsumu
Cosechar
soja,
recojo
en mis dedos
la
fría mañana
Acabada la guerra, el
matrimonio sigue en Canadá. En New Denver se dedica a multitud de labores
relacionadas con la enseñanza y la cultura. Ejerce como profesora de japonés
para niños, y trabaja en un antiguo hospital ayudando a niños con problemas
psicológicos. Pronto se convierte en un miembro muy activo de su ciudad. Sus
dotes de liderazgo la convierten en la primera y única mujer que llega a
presidir la Kyowakai Society of New Denver desde 1983 a 1987. De hecho, el
nombre de esta sociedad viene de la unión de tres palabras muy significativas:
trabajar, paz y sociedad. Cambió el orden establecido de la mujer en la
comunidad japo-canadiense, llevando a cabo modificaciones importantes en su
papel en la sociedad, pero sin perder la esencia de su propia cultura.
Tanpopo
no hanazakari nari rusu no niwa
los
dientes de león
en
pleno florecimiento,
jardín
de mi ausencia.
En 1988 la señora Kamegaya
es condecorada por el emperador japonés por su contribución al desarrollo de la
cultura japonesa fuera de sus fronteras. Desde 1980 plantea la creación de un
lugar donde recordar lo sucedido durante la guerra. Trabaja incansablemente
hasta conseguir que el lugar donde fueron internados en New Denver en 1942 se
convierta en un espacio donde recordar lo sucedido y que las nuevas
generaciones conozcan su historia.
Inaugurado el 23 de julio
de 1994 el Nikkei Internment Memorial Centre es visitado anualmente por
multitud de personas. Las pequeñas cabañas, los utensilios, los objetos
personales de muchos internos, muestran lo sucedido en Canadá durante aquella
época. El centro cuenta además con un espacio dedicado a la reflexión el KOHAN
REFLECTION GARDEN.
La señora Kamegaya
falleció 27 días después de la apertura del centro. “Seasons in New Denver”,
publicado ese mismo año, es un pequeño libro donde se recopilan haikus y
senryus de esta extraordinaria mujer que tanto aportó al haiku.
Uno
por uno,
a
través del espesor de la nieve
llega
la familia de ciervos: espaldas tan blancas.
© Leticia Sicilia
Publicado en el nº 13 de
la edición digital de la gaceta "Hojas en la acera"
Magnífico... ¡cuánto sufrimiento y qué entereza!
ResponderEliminar-^-
Así es Mercedes, gracias por leer y comentar.
EliminarUn abrazo.
Gracias Leti por tu infatigable y generosa tarea,hermoso artículo
EliminarQuerida Leti:
ResponderEliminar¿podrías por favor decirme de quién es la traducción del haiku de los dientes de león?
los dientes de león
en pleno florecimiento,
Jardín de mi ausencia.
Gracias!!
Un besico
ddl
El haiku es de Kamegaya Chie.
EliminarBesos.